domingo, 10 de febrero de 2013

AMAR A UN ANGEL

"Hará cosa de un año que se fue. Desde entonces escribo estos patéticos adioses, como escribe el viento trémulos mensajes en las hojas vencidas a su paso. Hará cosa de un año, en una noche tímida y templada, me estrechó en un te quiero tembloroso. ¡Fue tan dulce escuchar ese susurro de sus labios! Hace ya tanto de eso. No se donde está, si quiera si fue cierto que fue cierto que estuvo...

Se marchó. Mientras se alejaba, una a una, cayeron todas las cuentas de un rosario de dichas apenas vividas en días extraños, furtivos y felices. No se donde está. No se donde quedé yo, ni por donde ando desde entonces, hará un año ya. No, no sé nada de él/ella. Amar a un ángel tiene esas cosas, también tiene consecuencias terrenales, dolores de aquí, rasguños ciertos, que sienten y se infectan. Amar a un ángel y dejarle que te ame, tiene largas consecuencias.

Al marchar dejó retales blancos y azules en el aire, velos añil velando mi mirada, lagrimas lentísimas que arañaban, peces negros nadando veloces por el cielo, brillos en las sombras y sombras en los brillos. No se siquiera si fue cierto. Hará un año de todo eso, de los velos y las lagrimas y los peces y las sombras y las cuentas perdidas...

Pasó por aquí, estuvo a mi lado, fue real, dejó el aroma de las plumas de sus alas en el umbral de mi puerta, en la pálida transparencias de los visillos que rozaron, en las sábanas blancas que quedaron domadas a su antojo, retorcidas, en las almohadas y las yemas de mis dedos y en mis labios.


No sé donde está ni cuanto hace que deje de saberlo, hará al menos un año. Desde ese día, cada noche, los grillos grillan todos al unísono, torturándome, ensordeciéndome, desvelándome...

Aun a veces me pregunto por qué malgastó el oro de su amor conmigo, ¿cómo llegué a conseguirlo?

Pasó por mí como marea y solo quedó la sal de su oleaje. Solo la sal y la nada, espuma de nada...

Aun me pregunto si en verdad me dejo que lo peinara, y que lo llamara por su nombre, o le renombrara en amorosas palabras. Aun me pregunto si en verdad llegué a domar el candoroso anhelo de mis manos a lo largo de sus piernas y su espalda. Me pregunto tantas cosas desde entonces...

Habrá pasado un año, o tal vez más.

Duró poco. Es cierto. Apenas compartimos un breve resplandor, un fogonazo, un bienaventurado centelleo, nada más. Apenas un segundo que bien valió la vida perdida en esos días, la vida conseguida. Yo lo amé y él/ella tal vez lo hizo. Creo que una vez lo susurró muy cerca de mis ojos... hará un año de eso.

Nos derretimos en un lago de lava helada, bajo una cascada de fuego impotente, a la luz de una llama desprendida, que se consumió veloz  en su tenue indolencia. Hará un año. No estoy segura/o, no llevo la cuenta del dolor. Tampoco sé cuanto durará esta silenciosa y molesta añoranza, esta mordaza de turbadora desdicha.

Llegó a abrazarme, y a tirar de mí, me llevó su  mano a través de un cielo en el que no titilaban las estrellas. Negro y bello. Luego, descendimos como luz y despertamos deslumbrados, ciegos.

En el penúltimo amanecer se enhebró en mí por última vez. Me atravesó de placer como daga de afilada sonrisa. Y lloré arrodillada/o, deshecha/o, humillada/o ante él/ella, mientras derrochaba añosas penas en el fondo de su vientre.

Hará cosa de un año de todo eso, hará un año que se derramó su alma alada, que no sé nada de él/ella. Desde entonces escribo este largo y patético adiós, como si a los ángeles se les pudiera escribir cosas así. Como escribe el viento angustiados mensajes en las hojas que no consigue derrotar."

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